miércoles, 25 de diciembre de 2013

El despertar




09:30 de la mañana, me despierto con esos segundos de desconcierto por no saber dónde estás, envuelto en una manta rosa, y un sol radiante que entra por la ventana. Mi cerebro empieza a carburar y me sitúa en mi nuevo hogar, aún desconocido.
Era el primer de los 3 días que tenía libre antes de volver a volar, así que quería dedicar el primer día para organizar el piso y comprar lo necesario, sobretodo algo para dormir caliente y que no fuera de color rosa…

Lo primero que hice fue una ducha de agua hirviendo para entrar en calor, y además, con ese baño de cristal, esa terraza y ese sol que hacía, no había mejor manera de empezar el día. Me di cuenta que también tenía que comprar cortinas, porque mi intimidad dentro de la ducha era escasa ante las ventanas de algunos vecinos.

Me puse cómodo, y empecé por la lista de tareas para el día, que no eran pocas. A parte de comprar la ropa de cama, iría también a una tienda de decoración que me recomendó Julie, una azafata finlandesa. Me encanta el estilo nórdico, sobrio, elegante, y sin nada cargado. Y ella también me encantaba, porqué esconderlo.

Me faltaba un equipo de música urgente, odiaba estar en silencio absoluto. Mientras estaba apuntando todo lo necesario, me di cuenta que precisamente no había una paz sensorial, sino que de fondo y no sé de donde, escuchaba… ¡gemidos!. Paré de escribir al momento y activé mis sentidos para descubrir de dónde venía, cualquiera lo hubiera hecho… Y quien diga que no, miente. Me dirigí hasta la ventana que daba al patio del edificio, la abrí, y al momento supe que venía de allí.

En efecto, había una vecina disfrutando de los placeres carnales. Eran suaves, con algún grito intercalado, vaya, que estaba disfrutando de lo lindo esa chica, o fingía de manera excepcional. Me puse a investigar de donde vendría, y lo único que podía adivinar, era que no era de las plantas de más abajo, sino que tenía que estar en las plantas de arriba, porque se escuchaba demasiado bien, a no ser que era una leona en celo.

Creo que Murphy había decidido ser mi Ángel de la guarda en mi nuevo piso, porque después del frío del primer día, ahora tenía que escuchar como a mi vecina disfrutaba a placer.

¿Sería una pareja sexualmente muy activa? ¿La vecina con un juguete? ¿Dos chicas juntas? ¿Película porno en dolby sorround? Eso último no creo, porque parecía muy real, pero era imposible averiguar tanta información sólo con ese ruido, pero aún peor era intentar escribir y concentrarme con eso de fondo, así que decidí irme y ya desayunaría en el bar.

Cogí la manta y bajé por las escaleras para devolvérsela a Daniela, no quería tener que volver a dormir con esa manta rosa. Me planto delante esa puerta donde la noche antes había hecho el ridículo, y ni de coña volvería a pasar. Intenté llamar al timbre, de verdad que lo intenté, pero el ruido que escuchaba detrás de esa puerta no me dejaba. Esos gemidos que me habían desconcentrado, ahora más fuertes y más cerca, ¡venían de allí!

¿Sería Daniela? ¿O sería otro u otra que estaba en ese piso? Sabía que ella había hablado con otra gente la noche anterior, pero no iba a llamar al timbre para descubrirlo, ni mucho menos. Detrás de esa puerta había un festival carnal, y no tenía la intención de interrumpirlo, a nadie nos gustaría tener que parar mientras estás comiendo un cuerpo y menos para recoger una manta rosa. Confiaba que fuera un día puntual y no lo habitual en mi nueva casa, de lo contrario eso parecería la mansión Playboy.

Opté por dejar la manta en el rellano, y con una nota de gracias. No creo que la otra vecina se la robase, y por un momento, pensé en ella y deseé que fuera una parejita tierna de jubilados medio sordos y no tuvieran que vivir tan de cerca los placeres del piso de enfrente.

Al fin salí por el portal y atrás se quedaron esos gemidos de mujer que a cualquier hombre nos gusta sentir en nuestra oreja mezclados con los suspiros de la respiración.
El problema es que ahora tenía hambre de comer y también hambre de sexo, y no iba a terminar el día sin satisfacer las dos…

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