Barcelona, 20:30h, aeropuerto del
Prat, uno de mis hogares más habituales de todos los que voy por el mundo, pero
al fin, después de tantos años, voy a establecer como mi hogar ficticio, como
lo había sido cuando era niño.
No sé si la idea de comprar un loft
es descabellada, pero me gusta la idea de tener un sitio propio para mi después
de tantos años de hoteles, zonas VIP y otros sitios donde descansar entre vuelo
y vuelo.
Llego a casa después de un viaje
con un taxista macho hispánico, con su pelo en pecho, cruz de oro, y radio
teletaxi como banda sonora del trayecto. Me deja en la puerta, busco las llaves
que Mireia de la inmobiliaria me dio junto a su tarjeta, y allí, un lunes a las
21h de la noche, con una maleta de mano, un traje de piloto y unas llaves, me dispongo
a entrar al que será mi primer hogar propio…
Escogí un loft porque me gusta la
idea de los espacios abiertos, el problema vendrá como arreglarlo y decorarlo
de manera habitable, porque para mí, con una cama, una caja de cartón como mesa
y una tele era más que suficiente, pero bueno, ya que empezaba mi aventura, que
lo sea lo grande para todo.
Entro en aquel ascensor que
parece de hospital del grande que es, y me deja en mi planta, un viaje de 7
plantas de la entrada al ático, sólo se me ocurrió pensar que el día que venga
agotado, por favor que funcione siempre. En el ático sólo está mi loft, cosa
que me dará tranquilidad, en teoría, de ruidos de vecinos, decidme pudoroso,
pero si quiero dormir, como menos vecinos cantaores pues mejor.
El piso está tal y como lo visité
con la dulce agente de la inmobiliaria, creo que me convenció más como me lo
vendía, que no por lo que me gustaba. Como la fase de adaptarlo como hogar
sería larga, ya pedí que tuviera lo mínimo, y así era, cocina equipada, con una
barra americana enorme, una sala desértica con un sofá grande y un par butacas,
y al final, una habitación con cama grande, con un ventanal y terraza, y un
baño de lo más peculiar, ya que era un cubo acristalado, con ducha, lavabo y
wc. Quizás el diseño moderno, con la idea de crear espacios con mucha luz se
había olvidado la intimidad, pero bueno, para mí sólo, era indiferente.
La única diferencia respecto el
día de la visita, es que ese día hacía un sol radiante que entraba por la
terraza y la temperatura era buena, y ahora era de noche y hacía un frío polar
ideal para esquimales, pero no para un piloto que sólo tenía 2 mudas en la
maleta, un pijama, y una toalla. Ni sábanas, ni mantas, ni cojines, esto
promete piloto Kostas. Me puse a tocar
el termostato para poner la calefacción, pero, haciendo honor a Murphy, allí no
funcionaba nada. Empezamos bien.
Llamo a Mireia, aunque sean las 9 de la noche pasadas, no se me ocurre nada más,
quizás ella sabe cómo funciona. Debe ser San Murphy hoy, porque tras tres
llamadas sólo consigo dejarle un mensaje en el contestador pidiéndole que me
llame lo antes posible.
Había comido en el aeropuerto
para poder ir a dormir pronto tan pronto llegase y el día siguiente organizar
el piso, y ahora mismo estaba aún con el traje puesto, muerto de frío, y sin
saber que hacer.
Quedaban dos opciones, dejarlo
todo e ir al hotel más cercano, lo más normal para la inmensa mayoría, o bien,
dormir en mi nuevo piso si o si, y ahora, por orgullo, lo iba a hacer, no sé
cómo, pero lo haría.
Me convencí que la única manera
de poder dormir allí, era conseguir una manta, no necesitaba más que una manta.
El problema era donde conseguirla. No creía que un lunes a las 9 de la noche
hubiera una tienda de mantas abierta, los badulaques tienen muchas cosas, pero
mantas, aún no.
Así, que después de pensar las
pocas opciones que tenía, sólo se me ocurrió recurrir a lo que tenía cerca, y
eso eran los vecinos. Qué pensarían de un tío vestido de traje de piloto les
llamara a la puerta casi las diez de la noche para pedir una manta…
Bajé por las escaleras al piso de
abajo, ya que en mi planta no había nadie más, y había dos puertas. Miré si
había nombre inscrito en las puertas como antaño pero nada, una tenía
decoración de navidad rococó ya puesta, y la otra, no tenía nada, sólo un
felpudo gracioso donde decía “ Baila encima mío “. Me hizo gracia, y pensé
que detrás de la puerta hortera habría un matrimonio de jubilados que me
dejarían una manta con olor a jabón del armario, así que me decidí llamar al
timbre del felpudo cachondo, a ver que sorpresa había detrás de ese felpudo.
Toco el timbre, y se escucha de
fondo, música, gritos y ruido. Al momento pensé, mierda, típico piso de
estudiantes que tendrán mantas con polillas de regalo. Si me iba corriendo
había la opción que me vieran subir y quedaría fatal, así que supliqué por
favor que me intuición se equivocara.
Al fin se abre la puerta, y, por
sorpresa, aparece una chica con pijama, el pelo recogido por un boli, gafas
de pasta negras y una sonrisa perfecta.
- Hola, mira perdona por molestarte, soy el nuevo
inquilino del ático de arriba, y… vaya, que hoy es la primera noche en el piso
y por un error con la inmobiliaria no tengo ni manta ni sábanas ni nada, me
preguntaba si tienes una manta que me puedas dejar…?
- Hola que tal! Pues a ver, te busco alguna cosa, seguro que
tengo algo, espera aquí un momento!
Se fue sin más, con la puerta
abierta del piso, y aunque había músico de fondo, escuché perfectamente cómo
decía en voz alta “en la puerta hay un tío vestido de piloto pidiendo una
manta”. Seguro que no estaba sola, y no había mejor manera de conocer los vecinos escuchando cómo te
definían… Me puse a reír sólo de lo surreal de la situación, y mientras reía,
volvió la chica de la sonrisa bonita con una manta rosa.
- Mira, es lo único que tengo, te va bien? Perdona por el
color, pero para quitar el frío, seguro que sobra! No?
Me encantaba la energía que
radiaba esa chica, supongo que acostumbrado a las sonrisas falsas de las
azafatas, ella era natural, y eso me gustaba.
-
Muchas gracias, de verdad, no importa el color, sólo es
para esta noche, mañana te la devuelvo.
Quería ser simpático con esa
chica y estaba siendo más seco que un estropajo, y con la sensación de cara
bobo por mirar como sonreía. No sé si ella se dio cuenta, pero antes de decir
otra frase ya saltó ella:
-
¡No te preocupes, no la necesito de momento! Por
cierto, ¿cuál es tu nombre?
-
Ai perdona, soy Kostas, nuevo vecino a partir de hoy
mira, y tú, ¿cómo te llamas?
-
Daniela, señor piloto, vecina del piso de abajo con mis
otros compañeros de piso.
Llevaba 3 minutos en esa puerta y
esa chica ya se había reído de mis pintas dos veces, que buen comienzo… Y lo
peor es que hasta me había hecho gracia que ella se cachondeara de mí, supongo
que esa sonrisa pícara le perdonaba cualquier cosa…
-
Pues nada Daniela, un placer y muchas gracias, nos
vemos pronto.
-
Al menos dos besos no? Que maleducado señor piloto… -
Saltó ella sin pensarlo-.
Yo intentaba ser formal y ella
era del todo espontánea, así que me sonrojé como un tomate, y le di dos besos
entre una sensación de vergüenza y ridículo. ¡Qué imagen estaba dando por dios!
-
Hasta pronto Kostas, que no pases mucho frío sólo!
Y así, con esa última frase,
cerró la puerta, y me quedé durante un instante delante esa puerta donde había
aparecido una chica que me había hecho pasar vergüenza como no hacía años que
no pasaba, y aun así, con la sensación en el cuerpo de haber tenido un momento
agradable… Supongo que esa sonrisa perfecta
tenía algo que ver…
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